miércoles, 24 de septiembre de 2008

Yo, el teatro, digo...


Duerme…, duerme dulcemente. Sueña con los zapatos de tacón de mamá, desliza su carmín por tus labios, agarra con fuerza la sábana que te vestirá de princesa. Juega a ser hada, hechicera, mendiga, heroína. Abre el baúl, indulta a la fantasía, deja que vuele libre, que anegue las adultas mentes aburridas, que cosquillee las penas para que puedan reír.
Mientras tú sueñes, la imaginación seguirá viva. El payaso no llorará cuando quede solo, el mimo podrá borrar la melancolía de su rostro, el comediante hablará con infinitas voces, el dramaturgo deslizará su pluma sobre las blancas hojas, la bailarina nadará en el lago junto a los elegantes cisnes y el tenor atronará su voz.
En el crepúsculo de tu niñez, cuando se dé paso a la difícil adolescencia, no dejes nunca de imaginar. Esa ilusión hará que tu tránsito hacia la madurez sea placentero, lleno de maravillosas experiencias que felizmente podrás recordar durante tu vejez, convirtiéndote en el juglar que atizará la llama de la imaginación de los niños de entonces.
Sólo de esta manera, podré seguir existiendo. Sólo así, podré abrir mi telón cada día de la infinita eternidad. Ésa será la única forma de que las candilejas sigan brillando en la oscuridad, la emoción invada cada butaca y yo continúe recibiendo la generosa ofrenda del aplauso.
Lo grito con suaves palabras, no estoy dispuesto a morir. En contra de la fatal enfermedad que se me pronostica, resurjo cual Ave Fénix y grito desde las alturas: No sucumbiré, no me extinguiré. Aunque gélidas mentes abrasen las tablas de cada escenario, de cada tablacho, de cada carro. No desapareceré, porque cada vez que un niño como tú, dulce niña que ahora duermes, en cualquier remoto lugar de la faz de la Tierra respire el aire puro del jugar a ser, cada vez que tú tomes a escondidas esos tacones, pintes tus labios y te conviertas de nuevo en princesa, yo estaré viviendo.
No lo calles, cuando despiertes, grita tú también, con convicción, para que todos lo oigan: El teatro existirá siempre y para siempre, porque a cada instante, en el más inhóspito lugar habrá un niño o una niña jugando a ser príncipe o princesa, médico o enfermera, policía o ladrón.

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