domingo, 14 de septiembre de 2008

Dos piezas forman un todo


La mañana se despierta soleada, no hay nubes donde jugar a ver las caras de los que echas de menos y delante de ti aparece un largo domingo que consumir.

Te adentras en el ciberespacio para buscar allí las nubes, pero tampoco en su inmensidad aparecen.

Decides buscar la melodía de tu vida entre los archivos computados y ocultos entre los bytes, siguiendo un asincopado ritmo, danzan las ansiadas nubes. Centras la atención y comienzas a descubrir cada uno de los rostros que añoras, completos, con sus guiños, sus sonrisas, su amargura, su ilusión... En imperfecta armonía desfilan tras el cristal de tu mirada, es entonces cuando eres consciente que las distancias más largas pueden estar al alcance de tu mano cuando las mentes se funden.

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