miércoles, 21 de enero de 2009

REFLEXIONES EN CAÍDA LIBRE





Día tras día, mes a mes, año tras año, me dediqué a cuidar con tesón cada uno de los árboles que, al iniciar cada otoño, germinaban entre las lindes didácticas de mi huerto.

Los observaba, detenidamete, buscando lo "único" en cada uno de ellos cual inocente principito en su diminuto asteroide. Aprendí a diferenciar cualquier rasgo que les distinguiese entre sí, cada rama, cada hoja, cada estoma, cada... rasgo de individualidad, de personalidad, de esencia propia. Protegí sus "únicos" crecimientos durante el árduo y procedimental invierno. Atendí la llegada de la metodológica primavera viendo cómo brotaban cada una de las centenas florales. Y, por fin, temporada tras temporada, recibía en los brazos abiertos los jugosos frutos que colgaban de sus fortalecidas ramas en vísperas del evaluativo verano.

Así, en cíclico devenir, me mantuve firme, creyendo, lejos de la contagiosa monotonía, en la fertilidad de mi trabajo.

Así, día tras día, mes a mes, año tras año, vertí el agua de mi sabiduría en precisa aspersión.

Así, día tras día, mes a mes, año tras año, aboné con química motivación cada una de las "únicas" parcelas.

Pero también, día a día, mes tras mes, año a año, sentí sobre mí los estragos del cambio climático, los agujeros de la incompetencia que, camuflada bajo apariencia de nubes semejantes a indefensos corderitos celestes, hacía estragos en el devenir estacional. La lucha se hacía insoportable, se convertía en titánica tarea, cada anual vendimia, recibir en los brazos abiertos los jugosos frutos.

Durante la necesaria etapa de barbecho, miraba al cielo desafiando a cada celeste corderito, retándolo con mi campesino esfuerzo. Y, con heróico empeño, iniciaba cada ciclo..., otoño, invierno, primavera..., otoño, invierno, primavera..., otoño, invierno, primavera...., cansancio, agotamiento, golpes, herramientas oxidadas, terrenos yermos, sequía, calentamiento global..., caos..., huída.

Hoy, siguiendo los surcos trazados en el aire por mi fiel Juan Salvador, planeo el cielo cual libre gaviota y retengo en mis pupilas las siluetas de los corderitos celestes, cúmulos ensortijados, disfraces de lobos, para mantenerme alerta de sus alargadas sombras que tanto daño hicieron en mi huerto.

1 comentario:

churricos dijo...

Campesino.
Ten la seguridad de que cada uno de los árboles de los que te has preocupado en cada uno de los otoños que has empleado en ayudarlos a crecer, tendrán alguna de tus semillas en sus frutos. Quizá todavia no sean conscientes de ello, pero con el paso del tiempo, lo serán. Como todos lo hemos sido de los campesinos que se han preocupado de nosotros.
Como árboles que somos, un abrazo con mis ramas.